LA ALAMEDA, tollo tupido de olmos, acebuches y espinos,

remanso que lo fue de cazadores furtivos, de conversaciones íntimas que vislumbraron prósperos negocios para nuestra provincia y fuera de esta. De sueños de libertad y reflexiones profundas. De meriendas entre jóvenes que se declararon amores eternos entre rumores de agua y gorjeo de aves, hoy mínimamente restaurado conservando su esencia como la alberca.